A diestro y siniestro
UNA EXALTACIÓN DE LA (MANO) IZQUIERDA
¿Quién dijo que esto de tener averías era una faena? La verdad es que muchas veces nos quejamos de vicio en lugar de tratar de ver el lado positivo de las cosas. La realidad es un ser caprichoso, y aún cuando presente su parte adversa podemos encontrar la cara buena. Por ejemplo , pensar que podría ser peor. Sobre ello me ha hecho pensar un amigo mío que anda el hombre a vueltas con su hombro. Me lo encuentro ayer y le digo:
-“ Hombre, el hombro, pues a mí me ocurre lo mismo ¿Qué tal lo llevas?”. Él, que es del género optimista, y que estas cosas se las toma un poco a guasa me respondió con retranca.
- “Ah sí hombre, el hombro. Creo que es él quien me lleva a mí. Desde que empecé a tener problemas le estoy encontrando un sin fin de ventajas”.
Y empezó a relatarme.
-"Lo primero que me dijo el doctor al ver como estaba la cosa fue: 'Te voy a pedir una habitación en un hotel de 5 estrellas para que pases allí un fin de semana, gratis total, como los políticos'.Y dicho y hecho, me lo buscó. Nada más llegar al hotel, una amable señorita me mostró una habitación con vistas, me regaló un pack higiénico y unas simpáticas babuchas para pasearme por la habitación en los ratos de ocio. Me enseñó el cuarto de baño por si me apetecía una ducha, y me anunció que en breve vendrían hacerme la depilación y hasta la manicura si lo deseaba. Luego podría asistir a una película titulada “En el país de los sueñoS”.
Y así fue. De la película no me enteré mucho, como su propio nombre indicaba se trataba de sueños. Sólo sé que, al despertar, dos sonrientes señoritas se preocupaban por mí y me preguntaban qué tal la peli. Por decir algo, les dije que bien pero que no me había enterado de nada. Así transcurrió mi estancia en ese hotel. Todo fueron atenciones, estar pendientes de mí, hasta que me dijeron que cuando me apeteciera podía irme para mi casa o seguir allí, si ése era mi deseo.Salí del 'hotel' con una especie de arnés , también de regalo, para que mi hombro pudiera reposar durante unos días con la invitación para que siguiera visitándolos.
Estas visitas ,según mi amigo, son muy divertidas. Te pasan a una sala que es como si visitaras una exposición de pintura moderna. El doctor que es un aficionado al mundo del arte y tiene amigos artistas tiene la consulta llena de cuadros que van desde la abstracción más abstracta, pasando por el impresionismo , expresionismo y otros ismos pictóricos. Cuando pasa la primera hora de espera y has calmado suficientemente la curiosidad de tus ojos, te puedes dedicar a la meditación existencial, a la observación psicosociológica de los demás ‘esperantes’ o a ojear las distintas revistas sobre subastas de arte que hay esparcidas por las distintas mesas de la sala. Dos horas de espera para 7 minutos de exploración, verificación y leve charla.
De la breve conversación lo mismo puede salir una nueva ‘placa’ , una infiltración , la recomendación de varias sesiones de rehabilitación del susodicho hombro después que haya sido ya fotocopiado, escaneado, hurgado, raspado, y retratado . No es que la cosa esté arreglada, casi está igual que cuando empezó esta peregrinación de Lourdes a Fátima, pasando por la Meca y demás santuarios.
Pero como siempre, mi amigo me habla de las ventajas que ha encontrado. Por ejemplo descubrir que tenemos miembros a la izquierda y a la derecha de nuestro cuerpo, no suficientemente explotados, porque desde pequeño nos enseñaron a ser de derechas y tenemos parte siniestra algo atrofiada.
- ¿No has probado nunca a servirte de tu mano izquierda? Me pregunta.
- Pues no, la verdad es que tengo poca mano izquierda.
Pues no sabes lo que te pierdes , en los tiempos que corren, el no ser de izquierdas. Hoy lo que se lleva es manejar bien la izquierda. Hay cantidad de zurdos o siniestros que nada tienen que envidiar a los que se declaran diestros en hacer faenas. Yo antes siempre hacía todo ‘a derechas’, escribía con mi parte diestra, leía de derecha a izquierda, hacía oídos sordos a todo lo siniestro que no sé por qué ha pasado a ser sinónimo de: “Avieso y malintencionado. Infeliz, funesto o aciago. Propensión o inclinación a lo malo; resabio, vicio o dañada costumbre que tiene el hombre o la bestia.” Creo que hay protestar a la RAE sobre esta discriminación si no sexista, sí por lo menos social y política. Está claro que los que tachan a esa santa Casa de facha, conservadora y otras lindezas tienen razón. Reivindiquemos el valor de lo ‘siniestro’.
El único inconveniente que veo en esto de hacerme de izquierdas es que no podré cantar el “Cara al sol” si ganan los otros. De momento puede levantar el brazo izquierdo y entonar la “Internacional”: “Debout ! les damnés de la terre !/Debout ! les forçats de la faim !/ La raison tonne en son cratère / C’est l’éruption de la fin.
Como vi que se entusiasmaba demasiado, aproveché que en plena calle entonaba el himno obrero ante los asombro de los viandantes que nos miraban entre sorprendidos y divertidos , y me despedí de él con el pretexto de que yo también tenía que acudir a la cita con el ‘hombrólogo’. Quedamos en que cualquier día seguiríamos hablando sobre el asunto.
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L'Internationale
¿Quién dijo que esto de tener averías era una faena? La verdad es que muchas veces nos quejamos de vicio en lugar de tratar de ver el lado positivo de las cosas. La realidad es un ser caprichoso, y aún cuando presente su parte adversa podemos encontrar la cara buena. Por ejemplo , pensar que podría ser peor. Sobre ello me ha hecho pensar un amigo mío que anda el hombre a vueltas con su hombro. Me lo encuentro ayer y le digo:
-“ Hombre, el hombro, pues a mí me ocurre lo mismo ¿Qué tal lo llevas?”. Él, que es del género optimista, y que estas cosas se las toma un poco a guasa me respondió con retranca.
- “Ah sí hombre, el hombro. Creo que es él quien me lleva a mí. Desde que empecé a tener problemas le estoy encontrando un sin fin de ventajas”.
Y empezó a relatarme.
-"Lo primero que me dijo el doctor al ver como estaba la cosa fue: 'Te voy a pedir una habitación en un hotel de 5 estrellas para que pases allí un fin de semana, gratis total, como los políticos'.Y dicho y hecho, me lo buscó. Nada más llegar al hotel, una amable señorita me mostró una habitación con vistas, me regaló un pack higiénico y unas simpáticas babuchas para pasearme por la habitación en los ratos de ocio. Me enseñó el cuarto de baño por si me apetecía una ducha, y me anunció que en breve vendrían hacerme la depilación y hasta la manicura si lo deseaba. Luego podría asistir a una película titulada “En el país de los sueñoS”.
Y así fue. De la película no me enteré mucho, como su propio nombre indicaba se trataba de sueños. Sólo sé que, al despertar, dos sonrientes señoritas se preocupaban por mí y me preguntaban qué tal la peli. Por decir algo, les dije que bien pero que no me había enterado de nada. Así transcurrió mi estancia en ese hotel. Todo fueron atenciones, estar pendientes de mí, hasta que me dijeron que cuando me apeteciera podía irme para mi casa o seguir allí, si ése era mi deseo.Salí del 'hotel' con una especie de arnés , también de regalo, para que mi hombro pudiera reposar durante unos días con la invitación para que siguiera visitándolos.
Estas visitas ,según mi amigo, son muy divertidas. Te pasan a una sala que es como si visitaras una exposición de pintura moderna. El doctor que es un aficionado al mundo del arte y tiene amigos artistas tiene la consulta llena de cuadros que van desde la abstracción más abstracta, pasando por el impresionismo , expresionismo y otros ismos pictóricos. Cuando pasa la primera hora de espera y has calmado suficientemente la curiosidad de tus ojos, te puedes dedicar a la meditación existencial, a la observación psicosociológica de los demás ‘esperantes’ o a ojear las distintas revistas sobre subastas de arte que hay esparcidas por las distintas mesas de la sala. Dos horas de espera para 7 minutos de exploración, verificación y leve charla.
De la breve conversación lo mismo puede salir una nueva ‘placa’ , una infiltración , la recomendación de varias sesiones de rehabilitación del susodicho hombro después que haya sido ya fotocopiado, escaneado, hurgado, raspado, y retratado . No es que la cosa esté arreglada, casi está igual que cuando empezó esta peregrinación de Lourdes a Fátima, pasando por la Meca y demás santuarios.
Pero como siempre, mi amigo me habla de las ventajas que ha encontrado. Por ejemplo descubrir que tenemos miembros a la izquierda y a la derecha de nuestro cuerpo, no suficientemente explotados, porque desde pequeño nos enseñaron a ser de derechas y tenemos parte siniestra algo atrofiada.
- ¿No has probado nunca a servirte de tu mano izquierda? Me pregunta.
- Pues no, la verdad es que tengo poca mano izquierda.
Pues no sabes lo que te pierdes , en los tiempos que corren, el no ser de izquierdas. Hoy lo que se lleva es manejar bien la izquierda. Hay cantidad de zurdos o siniestros que nada tienen que envidiar a los que se declaran diestros en hacer faenas. Yo antes siempre hacía todo ‘a derechas’, escribía con mi parte diestra, leía de derecha a izquierda, hacía oídos sordos a todo lo siniestro que no sé por qué ha pasado a ser sinónimo de: “Avieso y malintencionado. Infeliz, funesto o aciago. Propensión o inclinación a lo malo; resabio, vicio o dañada costumbre que tiene el hombre o la bestia.” Creo que hay protestar a la RAE sobre esta discriminación si no sexista, sí por lo menos social y política. Está claro que los que tachan a esa santa Casa de facha, conservadora y otras lindezas tienen razón. Reivindiquemos el valor de lo ‘siniestro’.
El único inconveniente que veo en esto de hacerme de izquierdas es que no podré cantar el “Cara al sol” si ganan los otros. De momento puede levantar el brazo izquierdo y entonar la “Internacional”: “Debout ! les damnés de la terre !/Debout ! les forçats de la faim !/ La raison tonne en son cratère / C’est l’éruption de la fin.
Como vi que se entusiasmaba demasiado, aproveché que en plena calle entonaba el himno obrero ante los asombro de los viandantes que nos miraban entre sorprendidos y divertidos , y me despedí de él con el pretexto de que yo también tenía que acudir a la cita con el ‘hombrólogo’. Quedamos en que cualquier día seguiríamos hablando sobre el asunto.
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L'Internationale
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