Caravana contra el olvido


Esta mañana acudí a un encuentro organizado por la víctimas del terrorismo. Era la primera escala del autobús, "Caravana contra el olvido", que visitará algunas ciudades españolas. Acudí, pensando en las personas que han perdido absurdamente sus vidas por el fanatismo de los que piensan que las ideas , “sus” ideas, se pueden imponer mediante un tiro en la nuca, o haciendo saltar por los aires coches, vagones de tren o autobuses... Pensaba en los que ya no podrán ver crecer a sus hijos, a los que no les dejaron crecer, a los que postraron para siempre en una silla de ruedas o a los que les inocularon en su alma el miedo, el terror o la muerte de sus ilusiones en vida.

Pensaba en ellos y muy especialmente en los que viven con el miedo en el cuerpo, los que no pueden ir libremente al bar, al comercio, a su trabajo sin volver la cabeza por si alguien les sigue. Los que deben aguantar la mirada despectiva de los vecinos de su pueblo, soportar sus insultos, o vivir lejos del paisaje y de las gentes que forman parte de ellos. Pensaba en ellos y me preguntaba si yo sería capaza de vivir soportando esa presión y reconocía en mi interior que no sería capaz de aguantar esta violencia continua. Estar allí, era sólo un pequeño gesto, apenas nada, porque cuando vuelvan a sus casas, algunos, deberán aguantar esa presión en la calle , en los pasillos y en las clases de la universidad donde trabajan. Y habrá días que se preguntarán: ¿Vale realmente la pena llevar esta vida cuando ves que mucha gente te da la espalda, le importa muy poco lo que te pasa, se callan, dan la mano a los que no quieren dialogar, sino imponer sus Ideas. Como si una idea propia valiera más que una sola vida.

Y en esta concentración, dónde una vez más, al mirar en mi alrededor , me preguntaba, como cuando acudía a las manifestaciones contra la guerra de Irak, ¿quiénes son los “míos”? Y me sentía extraño, cuando oía a la gente abuchear al Presidente Revilla que trataba, entre gritos, explicar por qué estaba allí y expresaba su solidaridad con todos los que sufren la violencia sin sentido. Yo, que no soy precisamente un simpatizante de muchas de sus actitudes , no podía por menos de reflexionar sobre la actitud de la gente de este país, que todo lo mezcla, política y sentimientos, actitudes dignas de respeto y palabras vacías... Al terminar el acto, me sentí obligado a ir adonde se encontraba, rodeado de periodistas que le enchufaban su micrófonos, saludarle y decirle: “Señor Presidente no estoy de acuerdo con usted en muchas de sus actitudes, pero le felicito por sus palabras sentidas y valientes de hoy, porque sé que no obedecen a ningún gesto político. Lamento que haya gente que no sepa distinguir las churras de las merinas.”

Sus palabras que apenas se podían seguir, entre abucheos, me llegaron más dentro que las mismas del presidente de la asociación, que me parecieron más frías o la propia oración de un sacerdote que me sonó a rutina .

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Por uno u otro motivo, parece que lo tuyo son los presidentes autonómicos.
¿Cual será el siguiente?
Me gustaría tener ese aplomo para acercarme a mi alcalde (ya ves, SOLO es alcalde) y decirle tranquilamente en qué cosas le admiro. Iba a ser una charla muy corta, desde luego.
MLR

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