Yoga y playa
ASANAS,
MANTRAS, MEDITACIÓN... EN LA PLAYA
Pues verán, como
becaria de esta isla y la mía, conozco al Náufrago que la habita
mejor que él. Sé cómo es, cómo piensa, cuándo se enfada consigo mismo, se
entusiasma, se deprime, se siente tranquilo, se inquieta, disfruta, sufre y
otra retahíla de cambios que descubrir
no quiero. Dejo esta simple pista.
Playa y Yoga. DOUCE |
Pero vayamos al grano que
siempre me “desparramo”. Esta mañana sabatina, de temperatura agradable,
después de los bochornos pasados, el Náufrago se estiró un poco y me llevó a la
playa. A mi me gusta mucho la playa, y el bosque. Bueno, si soy sincera, diré
que me gusta todo, hasta cuando tengo que ir atada por aceras y asfalto. La
playa, a pesar de que ya está vestida de verano, con sus socorristas, sus
hamacas, sus zonas sombreadas, casetas (cerradas todavía) y demás parafernalia
como hace esta ciudad que espera a visitantes y hogareños. Hoy, el cielo
nublado, y veinte frescos grados, sólo los más playeros como yo y algunos meditativos habitaban la playa.
Yo, como de costumbre, iba,
venía, me escapaba, volvía, olía sin cesar todos los rincones y cuando me
sentía feliz me revolcaba en la arena. Mientras yo me dedicaba a mis placeres,
él miraba el mar, la playa en marea baja, unos paisajes donde las montañas
marcaban la línea de un cielo gris pero hermoso. Mientras, yo siempre
encontraba una novedad, también me cruzaba con un colega y nos saludábamos. El
más divertido fue un perrito más pequeño que yo y más joven, al que su amo
llamaba Dover y pasamos unos minutos chachi
Al Náufrago le dio hoy por
seguir, las ceremonias de un grupito que habían
escogido un rincón de la playa para hacer sus ritos de yoga que yo no
conozco. No sabía si eran asanas, chakras, mantras. Por lo que yo veía debían
estar haciendo meditación, un sitio ideal, frente al mar, con el suave ruido de
las olas. El Náufrago se quedó un rato observándolos. A saber qué pensaba él,
me gustaría entrar dentro, aunque no me cuesta mucho, porque le conozco muy
bien, pero yo prefería mis asanas perrunas. Cuando terminó sus 'mantras”
particulares y subimos al cemento y el asfalto y dimos, o dio, por terminado un
paseo guay.
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