“¡Cabreo real, ya!”

¡QUE OS CALLÉIS, COÑO!

Bronca Real, real cabreo

Al Rey y al Náufrago les unen ciertas concomitancias, salvadas las correspondientes distancias. El Monarca parece que anda algo teniente del pabellón auditivo y el Náufrago no es que tenga la trompa muy afinada; al parecer el Rey tiene problemas en el tren trasero y el Náufrago no le va a la zaga, amén de de otros detalles propios de la edad que no vienen al caso.

Hay por supuesto grandes y reales diferencias. El Náufrago no habita en palacio, sino un cuarto piso con derecho a garaje, no esquía en Candanchú, ni veranea en Mallorca, pero tiene playas muy cerca de casa sin salir de vacaciones.

Pero sigamos con las concomitancias: parece ser que al Rey que no le va demasiado eso de la Ópera,  el Náufrago no ha llegado a la Traviata. Si es Rey que no reina, ni manda nada, el Náufrago tampoco tiene poder alguno en su doméstica república , donde no pinta nada… Así podríamos seguir largo y tendido, porque están clarísimas las similitudes que les acercan, pero más aún las grandes diferencias que les separan.

No obstante, atendiendo el lado ‘concomitante’, comprende perfectamente que de vez en cuando muestre su ‘Real cabreo” y mande a tomar por culo a tanto moscardón como le rodea. El Náufrago entiende perfectamente que esté hasta su real coco, que los moscardones de turno le estén preguntando todos los días ‘a ver cuándo se muere’. Hay ‘intereses’ por la salud de uno, que suenan más a próximas tragedias que a un real y cercano interés. En circunstancias como ésas el discreto silencio es la más delicada de las atenciones. Y que no digan los pesaos de turno que forma parte de su oficio de sepultureros.

Celebro que haya mostrado su real cabreo, en su ‘borbón’ estilo. Me gustan los reyes cuando realmente se enfadan. Y no digan que va incluido en el sueldo, que también es muy socorrido.