Carlos Salomón o "la vida breve"

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Carlos Salomón, poeta malogrado, murió el 2 de octubre de 1955 , a punto de cumplir los 33 años. Así nos cuenta su dura y creativa peripecia vital.

“Nací en Madrid, el 2 de septiembre de 1923. A los pocos meses vine a Santander y, desde entonces, he vivido, casi ininterrumpidamente , en esta ciudad.

Fui uno de los fundadores de la revista “Proel”, en abril de 1944, donde aparecieron mis primeras colaboraciones. En 1947, mi libro “Pasto de la aurora” obtuvo mención honorífica en el Concurso Adonais de Poesía y, tres años más tarde, fue accésit de este mismo concurso mi libro “La sed”.

También en el concurso del Ateneo 1953, obtuvo accésit mi poema “La Muerte”. He dirigido la Colección Hordino. Mis libros publicados son los siguientes:

“La orilla” (Ediciones Proel, 1951. Escrito en los años 1947 a 1949. Hoy modificado.
“La sed” (Colección Adonais, 1951)
“Firmes alas transparentes” (Colección Conde Arnaldos,1952) Escrito en 1949
“Región luciente” (Colección Adonais, 1953)

Los poemas de “ Las luces” (Colección Tito-Hombre, 1951) son un avance de los libros “Región luciente” y el inédito “La brevedad del plazo”.

Hasta aquí su breve reseña biográfica. El último libro que menciona, de significativo y estremecedor título, sería publicado 40 años después de su muerte. El manuscrito le fue entregado por su madre y su hermano a Gerardo Diego, compañero de su padre , profesor de Matemáticas en el Instituto de Santander. El catedrático y poeta prologaría el libro , editado por Árgoma.

Si me he interesado por este poeta malogrado, fue llevado de la mano y del recuerdo de su compañero de Julio Maruri que le consideraba quizá como el mejor poeta del grupo de Proel.

Me ha sido muy difícil encontrar publicado algo de él. Tan sólo el último libro mencionado puede aún encontrarse en librería – yo diría la librería “Estudio” , de Santander. Tres títulos más se hayan disponibles para consulta, “in situ”, en la “Biblioteca Menéndez Pelayo” de la capital cántabra.


Antología / Carlos Salomón (1969)

La brevedad del plazo / Carlos Salomón ; prólogo de Gerardo Diego (1995)

La orilla / Carlos Salomón (1951)

Para él la poesía no era un simple divertimento sino la manera más directa y hermosa de afrontar la realidad de su frágil salud , el saber estar “perdido, suspendido / por un hilo , al azar de una tijera “, la que le cortó el hilo de su vida aquel día de octubre en que pronto se cumplirán 50 años después de su muerte.

Este es el soneto que cierra su último libro:



CONFESARÉ MI ERROR. DIRÉ QUE EN VANO


Confesaré mi error. Diré que en vano
quise, grité mis sueños hacia arriba,
que caminé de noche a la deriva
sin recoger lo que tocó mi mano.

Siempre era tarde cuando fue temprano,
agua de bosque cuando llama viva,
si acaso rama, se tornó en furtiva
raíz, invierno si miré verano.

Confesaré que vagabundo anduve
y que pedí que me olvidaran cuando
alto era el cielo de la noche clara

y mas allá de la azulada nube
estaba Dios a solas, esperando
que entre todas las cosas le escuchara.




... Y ya que últimamente convivo con Carlos Salomón, con su poesía, quiero subir hasta aquí, otro de sus poemas que a mí me ha gustado particularmente, el titulado LAS HORAS. Quizá sea por la palabra que emerge entre todas las otras emociones que embargan el alma del poeta: la palabra ESPERANZA , seguida de la AMOR . Por encima de las otras que asedian el alma y la vida del poeta: angustia, sorpresa, culpa, desventura...

Sentimos la esperanza.
Proseguimos la lucha.
Sobre todas las cosas,
la palabra profunda

de amor que en nuestros labios
brota, la frase única
de amor que pronunciamos
contra la tierra dura.

Esta mañana de junio, empañada por la bruma y la niebla, es bueno , saludable , sentir que entre las nubes, siempre se abre un hueco por donde asoma el sol, devolviéndonos la luz y la esperanza.
He aquí el poema entero:

LAS HORAS
I
Sobre todas las cosas,
la sorpresa y la angustia.
Nos sorprende estar solos,
nos angustia la duda.

Entre todas las cosas, l
a que más nos conturba
vuelve a ser la sorpresa
de sentirnos sin culpa.

Comprender, angustiados,
que la vida nos juzga,
que no existe quien pueda
venir en nuestra ayuda.

II
Sobre todas las cosas,
la esperanza, su pura,
clara mano que pone
norte y sur, sol y luna.

La esperanza de pronto
nos habla, nos escucha,
del pecho nos arranca
la fina flecha oscura.

La flecha que teníamos
clavada tan segura,
la que tocó tan hondo
con su afilada punta.

III
Sentimos la esperanza.
Proseguimos la lucha.
Sobre todas las cosas,
la palabra profunda

de amor que en nuestros labios
brota, la frase única
de amor que pronunciamos
contra la tierra dura.

Contra la dura tierra,
la más honda pregunta
de amor que nuestros labios
incansables formulan.

La respuesta incensante,
de amor y desventura,
de amor por cuanto existe
que ciego nos impulsa.

(De Región luciente)

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