Diálogos de amor perro

  • -¿Qué haces con ‘nuestro’ libro?
  • -Te refieres a esta “Vida de perros”, Douce?
  • - Claro, zoquete, ¿a cuál va a ser? a ése que tienes en las manos. Me prometiste que lo ‘leeríamos’ juntos.
  • -Y así pienso hacerlo. Lo que pasa es que anoche, cuando empecé a leerlo tú, que eres una marmota, dormías a pata suelta y no quise despertarte. Ya me he leído casi la mitad de los poemas…
  • - ¿Y yo qué? A mí que me den morcilla, ¿No?
  • - ¡Que más quisieras tú, joía golosa, que una buena morcilla! Pero no sólo de morcilla viven los perros, dijo alguien.
    Pero mientras leía, no hacía más que pensar en ti, porque casi en cada poema sentía algo de lo que tú supones para mí. Además, has de saber que he ido subrayando algunas cosas que quería comentar contigo.
  • - ¿Y qué dicen esos poetas de nosotros? Me interesa saberlo.
  • - Casi sólo hablan de vuestras cosas buenas, que son muchas.
  • -Pues corta el rollo, Manolo, y dime algo de eso que has subrayado…
  • - Me pones en un aprieto. Porque tengo que ordenarlo un poco y sintetizarlo, para que no resulte muy largo…
  • -Venga no te enrolles más, y empieza por donde quieras, pero empieza.
  • - Pues ahora vas a tener que escuchar y no interrumpir demasiado…
    Ya en el segundo poema de un Perro abandonado. Como el morito ése que viene todos los días a verte y anda sólo por el barrio.

    Empieza el poema diciendo: “Me miró como quien se avergüenza de su vida…” Luego huyó, como hace ‘morito’, y sigue el poema “Cuando volvió a mirarme, supe que sus ojos/ tenían el color de la tristeza/ y que sus pasos buscaban algo más que tacto/
Entonces comprendí
Cuánto puede doler
El cariño que no podemos dar” (José Manuel Soriano)

  • - Y seguro que pensaste en ‘nosotros’. Me refiero a ti y a mí. Desearíamos acoger a ‘morito’, pero no podemos. Tampoco sabemos si a estas alturas, renunciaría a su vida de ‘rondacalles’.
  • - Sí en eso pensaba. Leí luego el siguiente poema que no llevaba título y terminaba así:
  • Todo el amor del mundo/ que tu ansías / y la desolación que sientes / asoman a los ojos/ de un perro que te mira / interrogándote/” (José Corredor-Matheos)
  • - ¿Y pensaste en mi mirada?
  • - Sí, porque más de una vez he sentido algo parecido cuando me miras.
  • - Me da la impresión de que ese libro te está poniendo romántico…
  • - Pues sí, por qué voy a negarlo. Y me dolió en el alma cuando leí el poema de Antonio Gala, ahora que me está gustando menos lo que escribe, cuando cuenta la muerte de “Zagal”, su perro.
  • - Si te vas a poner triste, no me lo cuentes.
  • - Ya que he hablado de la historia, te la resumiré, aunque me callaré algo que nunca te diré.
  • -Venga, cuenta, que ya sabes que, aunque curiosa, hay secretos que respeto.
  • - Vale, terminaremos hoy nuestra ‘charla’ sobre tu “Vida de perro” con la historia de Zagal. Como no voy a copiarte todo el poema, algo largo, te lo resumiré.

    Al principio cuenta todos los momentos felices que vivieron como un ‘compañero fraternal insaciable’… Luego Zagal se hizo mayor y fue quedándose ciego, sordo y andaba, cojeando. Una tarde Gala dejó a Zagal dormido en el sofá y él se subió al ático donde tenía su estudio. Pero pasado un rato, Zagal, ciego, se tiró del sofá y no sabe cómo, encontró la recóndita escalera que conducía a su estudio… Y ahora te transcribo el final del poema:
“…No sé cómo subiste.
Yo oí tu roce en la madera antigua
de la puerta. La abrí, y estabas tú
jadeante y tembloroso.
Te cogí entre mis brazos. Descansaste
en mi hombro izquierdo tu cabeza,
y allí dejaste que la muerte
te llevara consigo.

Ahora yaces debajo de las flores.
Y a mí sólo me quedan
las medicinas tuyas,
el recuerdo agridulce para siempre.
  • - ¿Pues sabes, me has puesto triste?. Y no quiero que nuestra charla termine así. Búscame algo que me alegre más. Además, para que lo sepas, ya sé lo que te callas y nunca me dirás.

  • - Sí reconozco que no es el mejor final cuando hablamos de ‘nosotros’. Me refiero a ti y a mí. Voy a leerte algo que suene a más ‘feliz’. Mira te voy a leer éste… y que luego los demás piensen lo que les dé la gana:
MI PERRO
Anoche amé a mi perro;
él parecía feliz y se dejaba amar.
A pesar de todo, mi perro no me dijo
“te quiero más que a nadie”.
No me importa, yo quiero a mi perro
aunque no sepa hablar.
Mi perro y yo miramos
la televisión todas las noches
y luego hacemos el amor
pensando en la subida de la Bolsa.
Yo quiero mucho a mi perro
porque por lo menos con él
no tengo que fingir en la cama.
La lengua de mi perro
me persigue día y noche;
son cosas del amor.
¡Ay mi perro! ¡Lo quiero más que a nadie!

(Dionisio Cañas)
  • - ‘Uhmmmm’ ¿Y eso hacemos tú y yo todas las noches? ¡Qué fuerte!

  • - Pues que quieres que te diga, menos lo ver la televisión, hacemos casi todo lo demás. Y lo que no me gusta es que si ronco, tú te vayas a buscar otra cama..

  • - Es que ni el amor, querido, soporta algunas cosas. Y tampoco es cierto eso de que te persiga con mi lengua toda la noche. Lo que sí me gusta mucho es que me acaricies la cabeza y el cuello.

  • - Entendido. ¡Toooooomo nota!

Comentarios

Entradas populares