La cueva de Salamanca

A la sombra de las catedrales que señorean la ciudad, me refiero a Salamanca, existe una cueva donde, según la leyenda,el diablo rivalizaba en el arte de enseñar con la famosa universidad salmantina.Allí, en la cripta que servía de sacristía a la iglesia de San Cebrián, o san Cipriano,impartía Satán sus diabólicas lecciones de astrología, geo,hidro,piro,aero,quiro y nigromancia, junto a las artes mágicas. Siete eran los alumnos admitidos, siete los años de carrera, al final de los cuales uno de ellos, elegido en satánico sorteo, pagaría con su libertad el costo de los estudios quedando al servicio del diabólico catedrático.

Hasta aquí llegó el otro día el Náufrago en su vagamundear:

"La parlera fama allí
ha dicho que hay una cueua
encantada en Salamanca,
que mil prodigios encierra.
Que una cabeça de bronce,
sobre una Catedra puesta,
la Magica sobre humana
en humana voz enseña
Que entran algunos a oirla,
pero que de siete que
entran,los seis bueluen a salir,
y el uno dentro se queda.
Yo, desta ciencia curioso,
incitado de estas nueuas,
supe de la cueua el sitio, y
partirme solo a verla"
Juan Ruiz de Alarcón


Cuenta la leyenda que uno solo de estos alumnos escapó de tan diabólica 'matrícula'.Fue Don Enrique de Aragón, marqués de Villena que sacó provecho de los satánicos saberes. Escondido en una tina,aprovechando un descuido del diablo-sacristán,logró salir de la cueva en que había quedado encerrado.En su huida,el astuto guardián, tan sólo tuvo tiempo de atrapar su sombra que el marqués perdió para siempre.

En su visita a la cueva, que pocos turistas visitan, el Náufrago subió y bajó las escaleras que conducían a la cueva/sacristía, vio los restos de la primitiva muralla o "Cerca vieja", frontera entre el sueño y la historia y erguida y señera la torre del Marqués de Villena que nunca ocupó.Sus troneras hablan de viejas disputas y luchas entre la nobleza salmantina en el siglo XV.El Náufrago subió las escaleras metálicas que actualmente permiten subir hasta lo más alto de la torre desde donde se puede ver la imponente mole de la iglesia dominicana.Según subía las escaleras oía sones flamencos que al principio creyó provenían de alguna de las casas vecinas. Siguió subiendo mientras aprovechaba cada descansillo para observar los tejados vecinos a través de sus troneras. La voz sonaba cada vez más cerca... Por un momento pensó que algún espíritu que habitara la torre le recibiera con sones tan extraños. Cuando llegó casi al último rellano, la voz se apagó, ya no se oían más que los pasos del visitante que sintió una extraña sorpresa al no oír ya el cante.

Por fin alcanzó lo más alto de la torre. En una esquina del cuadrado, sentados casi en el alféizar, estaban dos jóvenes de tez morena que miraban hacia la parte del río. Visitante y jóvenes se miraron entre cómplices y recelosos los unos de los otros.

- "Podéis seguir cantando", dijo el Náufrago para romper aquel embarazoso silencio

Uno de los jóvenes, quizá el cantante, sonrió un poco. Una sonrisa de muy difícil definición.Prosiguió el silencio y el Náufrago aprovechó para sacar algunas fotos desde tan privilegiado lugar. Luego se despidió de los ocupantes de la torre y volvió a bajar por las escaleras... Cuando llegó al tercer rellano, de nuevo sonó la voz y el misterio volvió a apoderarse de la torre

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