En un lugar de la Mancha: Albacete

He pasado unos días en Albacete y he aprovechado para descubrir la ciudad. Ya sé que su nombre no despierta curiosidad para los turistas que van camino hacia las playas del levante o del sur. Pero no hay lugar, ni ciudad que no tenga su atractivo si se la sabe mirar con ojos curiosos y eso es lo que he tratado de hacer estos días de estancia en la ciudad manchega.

Lo primero que ha llamado mi atención es el desarrollo que ha experimentado la ciudad, en estos últimos años desde mi anterior visita, hace algo más de doce años. Pero lo que de verdad ha atraído mi atención son las cosas que he descubierto en mis correrías y paseos por las distintas calles, plazas, jardines y museos que he visitado. Hablando de museos, dos en particular, han atraído mi atención: El Museo de la Cuchillería y el Museo Arqueológico y de Bellas Artes. El primero, por su moderna presentación, la variedad de muestras que ofrece sobre el mundo de las armas blancas, que más que armas, aunque también, han sido útiles, herramientas, utensilios que han estado siempre a servicio del hombre: “Sirvo a mi dueño y señor y con otro no me voy”. He descubierto no sólo su historia sino, ante todo, la paciencia artesana, el saber hacer, que se ha ido transmitiendo de padres a hijos, de maestros a oficiales y a aprendices, para lograr esas piezas que antes miraba de manera diferente, sino indifirente, sin apreciar las horas de esfuerzo, de paciencia, amor y trabajo que había detrás de cada una de estas piezas. No me extraña entonces que coleccionistas, anticuarios, como Pedro Gento Moya, hable con pasión de su colección de navajas, que no le importe recorrer kilómetros para acudir a ferias nacionales e internacionales, para completar su colección de 536 navajas que llenan las vitrinas y la mesa de billar–expositor de su casa. Ninguna de ellas, como reza la tradición, ha sido regalada .


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Museo de la Cuchillería


-‘‘Sí, sí, me he gastado millones, y conste que no tengo ninguna regalada, porque la tradición y la superstición mandan no admitir, sin pago, ni navajas, ni tijeras, ni puñales’’



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También he pasado muy buenos momentos recorriendo las salas del Museo de Arqueología y Bellas Artes (Museo de Albacete), en el acogedor Parque de Abelardo Sánchez entre pinares, fuentes y palomas, gentes paseando, sentados, o corriendo por sus avenidas. El museo tiene una estructura moderna y la distribución de sus salas está perfectamente organizada para viajar desde la Prehistoria hasta épocas postromanas. Una disposición didáctica y clara nos lleva de la mano para ver esas estilizadas figuras rupestres del arte prehistórico levantino, admirar esas hermosas estatuas ibéricas, los mosaicos romanos, y toda la serie de adornos, cerámicas, sepulturas, juegos de hombres y mujeres que vivieron y nos entregaron el testigo para que siguiéramos su estela de amor por lo bello, es decir por la vida.



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Y en el museo, una hermosísima sala dedicada al pintor manchego Benjamín Palencia, con el colorido intenso de sus paisajes castellanos, manchegos, el vigor en el retrato de sus gentes, la evolución de su pintura sin perder en ningún momento su sello tan recio, tan castellano, tan manchego.

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Benjamín Palencia: Paisaje

En el museo también una hermosa sorpresa, un descubrimiento: “Memoria rusa de España”, o por mejor decir, la revelación para mí, poco experto en artes, de Alberto Sánchez. Este pintor toledano, cofundador de la “Escuela de Vallecas”, coetáneo y amigo de Picasso, Dalí, Miró, Ernst, Giacometti, Brancusi... no tiene nada que envidiar a muchos de ellos: pintor, escultor, escenógrafo , colaborador de Lorca y su Barraca, se exilió a la Unión Soviética en 1938 donde moriría en 1962, sin haber podido regresar nunca a sus paisajes vallecanos que tantos cuadros suyos inspiraran.
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Alberto Sánchez: Mujeres

En 1950 conoció al cineasta Grigoriy Kózintsev, y más tarde se convertiría su asesor artístico de la película “Don Quijote” que se estrenaría en 1957. En la sala de exposiciones temporales del museo, podemos hoy ver una amplia muestra de sus paisajes castellanos y rusos, de sus gentes, sus esculturas de toros y sus mujeres castellanas, y por supuesto una serie de bocetos y decorados para la película del realizador ruso. Cuadros, esculturas, bocetos y película han sido objeto de varias visitas durante mi estancia.

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He hablado de los museos que he podido visitar. Me he quedado con las ganas de ver otros como El Museo del Niño, “cerrado por vacaciones”, me hubiera gustado regresar al país de la nostalgia de aquellas aulas, con mesas de doble asiento, de pupitres con tintero, clases con estufas de carbón, de huchas con cabeza de chinito, negrito o piel roja... No fue posible, y eso que la búsqueda fue laboriosa. Como tampoco me fue posible visitar el Museo Municipal, al parecer, por estar instalando una exposión próxima.

Mi Albacete, el que yo he recorrido, descubierto, o el que él mismo se ha ofrecido a mí y me ha sorprendido es el de su Parque, sus jardines, el de la Posada del Rosario, del siglo XVI, conservada como de milagro en medio de otros edificios que, aunque más recientes, no pueden superarla en sencillez, en sosiego, en el recogimiento de ese hermoso patio interior formado por columnas y galerías que hogaño albergan libros donde antaño albergaron maritornes, arrieros, yangüeses o caballeros andantes malheridos.
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Posada del Rosario: Patio

Pero también me ha sorprendido con sus edificios modernistas, con su Pasaje de Lodares esa amplia galería que deja penetrar la luz a traves de los cristales de su bóveda y que se diría arrancado de alguna ciudad italiana o centroeuropea.
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Me ha sorprendido también con el bullicio de su calle de la Feria y su recinto ferial poblado de terrazas y avenidas.Un mundo abigarrado, variopinto, gentes de todo tipo que se sientan, hablan, en torno a unos vasos de cerveza y un plato de caracoles asados. Un recinto que las mañanas de los martes se convierte en un zoco, un inmenso y variopinto mercado donde se exhiben los más insospechados productos: zapatos, relas, frutas, flores, verduras, ropa, pájaros, sellos, peces, más ropa, más calzado, más camisetas, más “gangas” a uno, dos, tres euros.

Las mujeres se arremolinan entorno un enorme e improvisado mostrador, sustentado por cajas y taburetes, lleno de faldas, vestidos, pañuelos, camisetas, ropa interior de todos los tamaños, de todos los estilos... El Albacete bullanguero, ruidoso, festivo a medio camino entre la contención castellana y el desborde andaluz. El Albacete que estos días de agosto, sale a la calle, puebla sus terrazas, habla, grita, se saluda. Coches y motos que saturan el aire con sus ruídos sin conserguir que las conversaciones se ahoguen, mientras se abrevan de cerveza y tintos de verano.Este es el Albacete que me ha acogido estos días agosteños, cuando toda la península arde en incendios y fiestas populares.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
¿Y en qué ardías tú, todo ese tiempo de paseos, visitas, encuentros alrededor de una mesa, confidencias fraternales.....?
Roberto Iza Valdés ha dicho que…
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Anónimo ha dicho que…
Best wishes

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