Un buitre insaciable
UN BUITRE INSACIABLE
Carles Puigdemont continúa la política del resentimiento de los Pujol y de Mas, que saquearon y dividieron Cataluña. El nuevo president pretende romper con España, que es un Estado democrático, y convertir a Cataluña en una ciudad sin ley. Esto no puede terminar bien.
Puigdemont confirma el proverbio según el cual el alcohol barato del nacionalismo primero emborracha, luego ciega y, por fin, mata. Lo importante sería que no nos cegáramos todos. Lo que está ocurriendo angustia a los ciudadanos porque no ven repuestas solventes ante el desafío. Los amotinados carecen de legitimidad democrática para la insumisión; ni en las elecciones falsamente plebiscitarias ni en las generales consiguieron más del 50% de los votos. En plena incertidumbre, el Partido Socialista quiere formar una mayoría de gobierno con los propios separatistas y Podemos, el partido de Pablo Iglesias, que insiste en el derecho a decidir. Esto puede ser el inicio de una pesadilla que acabe como en Yugoslavia, donde se proclamaron seis repúblicas independientes. Esperemos que esta vez se prescinda de la costumbre de la sangre.
Los nacionalistas catalanes han abierto la cesta de las serpientes desde una historia ficticia. Hubo un tiempo en que tenían razón para alzarse contra la política absolutista basada en Multa regna, sed una lex [Muchos reinos, pero una ley]. Se sintieron pisoteados y vejados, con un Conde de Barcelona que no era dignidad, «sino vocablo, voz desnuda» (Quevedo). Después de derrotas y represiones, en el pasado siglo el nacionalismo renació con aquella gauche divine que, segúnManuel Vázquez Montalbán, estaba formada por unos chorras, unos gilís, unos pijos con sus cuellos de cisne.
Los del PSUC y aquella izquierda teatral y señorita se pasaron al nacionalismo de los salteadores del presupuesto. Llegó la democracia y la descentralización del 1978, una de las más avanzadas del mundo. Ellos siguieron encerrados en su utopía sin aceptar la de los otros. Lo extraño, ahora, es que es que los nuevos políticos descubran el plurinacionalismo. Íñigo Errejón (secretario político de Podemos) reconoce que la plurinacionalidad está en el ADN de su partido desde la asamblea de Vistalegre de 2014. Denuncian que con lo de «España se rompe» se azuza el miedo y se limita la democracia. «Como en la naturaleza, sólo se conserva lo que cambia. Treinta y ocho años después de la Constitución, sólo aguantará la obra si se reforma», me dice un dirigente de Podemos.
Los diputados de En Comú Podem -de Pablo Iglesias y Ada Colau-, que ganaron las elecciones el 20 de diciembre, presionan al PSOE para que proponga una alternativa al referéndum. Le dicen que hay que elegir entre el búnker del PP y el diálogo. O sea, llaman búnker a un Gobierno que quiere que se cumpla la ley. Ante el big bang catalán nadie está a la altura. Unos quieren doblar la rodilla de los otros. Pero el Estado no está colgado del cielo y debe reaccionar para espantar a ese buitre insaciable que vuela sobre Barcelona.
RAÚL DEL POZO
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VIÑETAS
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