Confesiones

EL BALÓN DE LAS EMOCIONES

El hombre está dotado de razón, tiene conciencia de sí mismo... Esa conciencia de sí mismo como una entidad separada, la conciencia de su breve lapso de vida, del hecho de que nace sin que intervenga su voluntad y ha de morir contra su voluntad, la conciencia de su soledad y su «separatidad», de su desvalidez frente a las fuerzas de la naturaleza y de la sociedad, todo ello hace de su existencia separada y desunida una insoportable prisión. 
Se volvería loco si no pudiera liberarse de su prisión y extender la mano para unirse en una u otra forma con los demás hombres, con el mundo exterior. Eric Fromm “El arte de amar”

Perdonen esta cita tan “fromminiana”, para explicar cosas muy sencillas. Don Eric quiere decir que tenemos conciencia de estar solos y desvalidos y entonces buscamos algo que nos complemente. Así tratamos de 'completarnos' con un amor, o con varios, la familia, los amigos y si con eso no nos basta nos religamos a una religión, a una patria, a un partido, a una sociedad gastronómica, a una peña, a una cofradía… o un equipo de fútbol.

Amigos para siempre

Hoy el Náufrago, por las sinrazones que expondrá, va a hablar de los que en una medida u otra nos ‘completamos’ con un equipo del fútbol. Normalmente elegimos el equipo de la ciudad, el que más gana o el que puede darnos más satisfacciones. Depende de la parte de nosotros que ‘cedamos’, podemos ser simple simpatizantes, aficionados, socios, forofos…, fanáticos si llegamos a ceder casi todo y entonces nos alienamos por completo: “Somos” el equipo. Esto significa que cuando gana ‘nuestro’ equipo somos, por un momento, los ‘ganadores’ y ascendemos a la Gloria…Si perdemos, no somos nadie, nuestra decepción, nuestra soledad, nuestro vacío, nuestra tristeza. A esos riesgos nos vendemos con la consiguiente pérdida de visión, de sentido común, de equilibrio, de sinrazón y muchas cosas más.

Vayamos al grano. Ayer, cerca de 100 millones de curiosos, simples simpatizantes, forofos, o fanáticos irredentos estuvieron pendientes de la pantalla del televisor, pendientes de las consiguientes emociones felices o adversas, según la parte de sí mismo que hayan depositado en el evento: alegría, decepción, ira, entusiasmo, odio, ceguera o en algunos casos, pocos, indiferencia. El Náufrago también fue de la ‘guerra’ y no precisamente en el campo ganador. Afortunadamente su implicación no es demasiada y fácilmente aceptó la realidad no sin antes sentir ciertas emociones.

Del 'Éxtaxis' al '¿Por qué?'

Aunque seas simplemente del grado ‘simpatizante’, ves al ‘adversario con ojos especiales. Por ejemplo si los ‘nuestros’ (propiedad que uno se adjudica) intervienen con más o menos ‘fiereza’ y ves que los ‘supuestamente’ agredidos caen al suelo, se revuelven de ‘dolor’, entiendes que es una sobreactuación para engañar al ‘referee’. Y por supuesto el ‘trencilla’ es visto como el verdugo, el vendido y lo que quieran, si las cosas no marchan como desean. Si un jugador contrario es hábil, se escurre, dribla y marca un gol, además de joderte piensas qué tiene de valioso el tal jugador que los ‘suyos’ adoran, al Náufrago le parece ‘insulso’, no le ve la gracia, más bien  le encuentra sosito y ya cuando levanta sus dedos al cielo como si estuviera cantando el “Arriba con el Tiru liru liru, li; abajo con el tiru liru li lu leiro’, añade a la ‘simpleza’, una idiotez supina. Y ya, si nos fijamos en los ‘nuestros’, vemos con ojos benévolos a nuestro "Profeta" y ‘Guía’, apoyamos sus ‘maneras’, aplaudimos su soledad ante el peligro y hasta perdonamos aquello que no aguantábamos cuando estaba en el campo ‘enemigo’. Es el mundo de las emociones’ que nos hacen ‘otros’ para no sentirnos sin ‘apoyos’ que nadie nos ha ofrecido.