Ieronimus:1102-2002

PINTOR DE CATEDRALES

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Se lo encontró allí, sentando en las escalinatas que rodean la estatua del Maestro Salinas al que Fray Luis de León dedicó su Oda: “El aire se serena / y se viste de luz no usada/ Salinas, cuando suena / la música extremada/por vuestra mano gobernada /…/ ¡Oh, desmayo dichoso!/ ¡Oh muerte que das vida! ¡Oh, dulce olvido!”

Así parecía el pintor callejero de sombrero negro y gafas ahumadas, olvidado de todo lo que le rodeaba, paseantes, curiosos, turistas, estudiantes que iban y venían de sus clases. La mirada fija en aquella torre que alanceaba el cielo de una Salamanca de veranos que terminan. Su carpeta y su lámina blanca apoyadas en su rodilla izquierda convertida en improvisado caballete. El trazo firme de su mano iba diseñando el perfil altivo de la llamada “Torre de las Campanas”, junto a la “Torre Mocha”, como las denomina el pueblo.

Lo contempló durante unos instantes, con la envidia del que puede detenerse así en plena calle, ajeno a cuanto le rodea, atento sólo a su trabajo que es a la vez su placer, su Obra. El paseante siguió su visita camino de esa torre, atraído por aquel cartel azul que rezaba: “ Ieronimus 1102-2002, 900 años de Arte y de Historia de las Catedrales de Salamanca”. Y visitó su mazmorra, la estancia del carcelero, la sala del Alcaide desde donde se podía ver toda la nave de la Catedral Vieja. Se paseó por las almenas vigilantes del río, subió por el hastial hasta la sala de la Torre Mocha y aún más arriba, hasta la sala de la Bóveda llena de privilegios reales y estatutos catedralicios…

Salamanca, vista desde lo alto, se mostraba como una pequeña gran joya de historia y arte.


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