¡Qué culpa tienen las chufas!
Ya sé que estamos de vacaciones - algunos, de vacaciones ‘ad perpetuam...’- , y resulta de mal gusto evocar recuerdos escolares. Lo que pasa es que en esta isla cada vez se respetan menos cosas cuando al Náufrago le apetece recitar su pertinaz salmodia: evocar hechos pasados. Sean benévolos con él, al fin y al cabo, es su segundo corazón el que evoca y habla.
Y es que a veces, como ayer con el ‘aro’, cualquier nimiedad le retrotrae a momentos vividos. Debe de ser cosa normal, cuando al mirar hacia delante y hacia atrás ves que el trecho delantero se hace cada vez más estrecho, mientras se va alargando el tramo recorrido. Es una evocación de vida, más que de nostalgia. El haber vivido, te proporciona al menos lecciones que pueden ser válidas y de provecho para recorrer más lúcidamente el camino que reste. Se trata sobre todo de usar el retrovisor vital para no tener demasiadas sorpresas con lo que va delante. Vaya, ya me he enredado, como siempre.
Y ahora va la ‘comparanza’. Recuerda el Náufrago, que los Hermanos Maristas no dejaban salir del recinto escolar en horas de recreo, y ay de aquellos que ‘formaran corrillos’ durante el recreo. ‘Vete tú a saber qué ‘secretos’ estaría comentando su adolescencia’. Así que había que jugar a algo. Para eso había un patio enorme donde darle a las pelotas. Eso, si no te hacían recorrer el perímetro del recinto recreativo, dando vueltas al patio, por cualquier ‘incumplimeinto’ en las clases anteriores.
Hoy, sin saber cómo, vi que mi hijo mayor, doblada ampliamente la edad adolescente, al hacer la compra, había decidido traer chufas a casa, y las había puesto en un cuenco con agua. Al levantarse, el Náufrago vio aquellas chufas, y sintió un poco la sensación de Proust con su socorrida magdalena... Cual nuevo Adán, no pudo resistir la tentación de probarlas. Hacía años, docenas de años, que no había vuelto a comer las chufas como las que vendía la ‘señora Engracia’. Cogió una, pensando quizá que al probarla volvería a sentir aquel mundo de sensaciones distintas asociadas a este tubérculo. La mordió, y enseguida sintió un gran desencanto, aquella trufa sabía sólo a trufa y la notó áspera, reseca, menos dulce que las trufas de sus recuerdos. Es más, no fue capaz de acabar de degustarla y echar a la basura las asperezas que no era capaz de digerir.
Y es que a veces, como ayer con el ‘aro’, cualquier nimiedad le retrotrae a momentos vividos. Debe de ser cosa normal, cuando al mirar hacia delante y hacia atrás ves que el trecho delantero se hace cada vez más estrecho, mientras se va alargando el tramo recorrido. Es una evocación de vida, más que de nostalgia. El haber vivido, te proporciona al menos lecciones que pueden ser válidas y de provecho para recorrer más lúcidamente el camino que reste. Se trata sobre todo de usar el retrovisor vital para no tener demasiadas sorpresas con lo que va delante. Vaya, ya me he enredado, como siempre.
- Nuevas costumbres
Y ahora va la ‘comparanza’. Recuerda el Náufrago, que los Hermanos Maristas no dejaban salir del recinto escolar en horas de recreo, y ay de aquellos que ‘formaran corrillos’ durante el recreo. ‘Vete tú a saber qué ‘secretos’ estaría comentando su adolescencia’. Así que había que jugar a algo. Para eso había un patio enorme donde darle a las pelotas. Eso, si no te hacían recorrer el perímetro del recinto recreativo, dando vueltas al patio, por cualquier ‘incumplimeinto’ en las clases anteriores.
- Las chufas de la señora Engracia .
Hoy, sin saber cómo, vi que mi hijo mayor, doblada ampliamente la edad adolescente, al hacer la compra, había decidido traer chufas a casa, y las había puesto en un cuenco con agua. Al levantarse, el Náufrago vio aquellas chufas, y sintió un poco la sensación de Proust con su socorrida magdalena... Cual nuevo Adán, no pudo resistir la tentación de probarlas. Hacía años, docenas de años, que no había vuelto a comer las chufas como las que vendía la ‘señora Engracia’. Cogió una, pensando quizá que al probarla volvería a sentir aquel mundo de sensaciones distintas asociadas a este tubérculo. La mordió, y enseguida sintió un gran desencanto, aquella trufa sabía sólo a trufa y la notó áspera, reseca, menos dulce que las trufas de sus recuerdos. Es más, no fue capaz de acabar de degustarla y echar a la basura las asperezas que no era capaz de digerir.
- No vuelvas a las chufas de antaño
Comentarios
Bicos
Afortunadamente, siempre hay la posibilidad de que nazca un corazón nuevo.
Lo dice una perrita experta, aunque yo soy de amores fieles.
Guauusss!