Cuando resucitan las palabras

Hoy día que hay que redactar las crónicas en cualquier sala de aeropuerto, en cualquier habitación de hotel o desde donde escriban los periodistas de la inmediatez y de las prisas, no es fácil leer en las noticias que nos sirven el lenguaje apropiado, las palabras justas. Es más, cuando la ignorancia se alía con las prisas van introduciéndose vocablos foráneos por no tener tiempo o saberes para encontrar los propios.

Digo esto porque me ha llamdo la atención la redacción de las notas escritas en 'El País' por la periodista Lola Galván que debe ser la que ha 'cubierto' la visita del Papa. Salvo algún pequeño desliz gramatical sin importancia, la descripción que hace de la vestimenta papal y su gusto por los rituales, el significado de sus gestos y su actitud ante las masas, es de agradecer que la reportera nos devuelva palabras, como 'muceta', esa esclavina de raso que el Papa usa para cubrir hombros y pecho, 'sobrepelliz' de encaje que le llega hasta las rodillas, la 'estola' barroca y superbordada que cuelga de su cuello, el 'solideo' que cubre su cabeza...

Un Papa al que ya desde pequeño le seducían y deslumbraban los rojos vestidos de los cardenales, amante de Mozart, experto pianista, amante de la exactitud , amigo de dogmas y doctrinas, sin las tablas mediáticas de su predecesor pero consciente de sus limitaciones y sus puntos fuertes que utiliza sin perder la compostura.

No es que a mí me seduzca la cuestión de atuendos, gestos, saberes y posturas, preferiría más cercanía, más sencillez , menos protocolos y parafernalias pontificias. Pero cuando las religiones se sacralizan, se institucionalizan para imponer respeto, se alejan quizá de las almas sencillas o las deslumbran con su boato, pero no son más que eso: flashes, fogonazos emotivos.

Gustos personales aparte, celebremos que haya periodistas que nos recuerden nuestra lengua aunque sé que algunos términos van pereciendo con las costumbres y vienen otros que nos parecen más artificiales,menos genuinos