Me gusta la ‘Posadas’, me gusta ‘Mingote’

UN ‘CHISTE’, UNA REFLEXIÓN (Ambivalencias)

Creo haber dicho ya aquí, pero voy a repetirlo, para que quede bien claro: me gusta Carmen Posadas. Bueno, aclaro, me gusta lo que de vez en cuando escribe en una de las revistas en la que colabora. Me gusta lo que dice, porque no acepto que nadie me catalogue, me encierre en un grupo, me simplifique. Me siento en constante contradicción y ni siquiera estoy seguro de mis dudas. No quepo en este mundo de buenos y malos, derechas e izquierdas, azules y rojos, creyentes y ateos, si soy a veces todas esas cosas a la vez. No me gusta que nadie me clasifique, si yo mismo no sé quiénes ‘son los míos’ y si me pertenezco a mí mismo.

Copio aquí, una parte de lo que ella titula: “El pensamiento (en) ‘pack’. El pensamiento en bloque. Lo aceptas, o no eres ‘nadie’. Leo:

“… ¿Por qué? ¿No puedo acaso ser de izquierdas y amar la fiesta de los toros? ¿No es compatible ser progre y a la vez estar en contra del aborto? ¿Y qué tiene de raro estar de acuerdo con la legalización de los inmigrantes, pero no con la ley de memoria histórica? Los partidos y las inclinaciones políticas no son una secta, ni siquiera una religión con sus dogmas de fe y, no obstante, algunos comentaristas y tertulianos parecen empeñados en hacernos comulgar con la idea de que hay que tener creencias monolíticas en temas que nada tienen que ver con la política, sino con la libertad personal o las convicciones más íntimas. Y de lo que no se dan cuenta es de que a nosotros, los ciudadanos de a pie, no nos gusta el pensamiento en pack. Que la libertad personal está por encima de colores políticos y que lo único que consiguen con su actitud es restar credibilidad a sus comentarios, que de otro modo serían mucho más interesantes.

Lo más peligroso de esta actitud, a mi modo de ver, es el efecto que pueda tener en los jóvenes. Porque el pensamiento en pack no permite el sano intercambio de ideas, tampoco la posibilidad de decir: «Yo estoy de acuerdo con esto, pero no con lo otro». Formarse es aprender a tener criterio, es tener dudas y no certezas. Porque la duda es mucho más fecunda que la certeza. Y, además, ¿certeza de qué o de quiénes? ¿Por qué tengo que abrazar la fe monolítica de otro? ¿No es mucho más lógico que cada uno tome de una idea lo que le parece razonable y rechace lo que no?

Una de las grandes paradojas de esta sociedad supuestamente abierta en la que vivimos es que ciertos tics del pasado vuelven a asomar y ni siquiera nos damos cuenta. Es como la peste de lo políticamente correcto que vino a sustituir a la tan denostada censura y resulta mucho más amordazadora que aquélla. Porque contra la censura estaba bien visto rebelarse, puesto que venía impuesta desde fuera, pero la corrección política no es otra cosa que autocensura. Miedo a decir lo que uno piensa y a no estar en sintonía con la `moral´ al uso, cuando a veces esa moral es completamente estúpida y pseudo progre…

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