¿Un auto de fe o una Noria?

AUTO DE FE TELEVISIVO

No le gusta nada al Náufrago referirse a esos temas que ocupan las primeras páginas de cierta prensa, sobre los que todo el mundo dictamina. Hoy, sin embargo, hay algo que le impulsa a no callar sobre lo que presenció anteayer en un programa televisivo y que produjo en él un rechazo interior que necesita confiar a esta bitácora, sin ánimo de despertar ninguna polémica. Son palabras que me digo a mí mismo.

Hace más de cuatro o cinco años que no veo la televisión, a excepción de algún telediario o algún evento deportivo. Sin embargo, la otra noche quise ver un programa creo que titulado “La Noria”. Ignoro el porqué de ese nombre, pero sí pude darme cuenta qué clase de agua sale de los que mueven los cangilones.

Si asistí al espectáculo ¿o debo llamarlo auto de fe o juicio sumarísimo? es porque quería conocer a la persona invitada al programa: Violeta Salamanca, de quien ya he dicho en esta bitácora lo que pienso y huelga reiterarlo. Sigo pensando que es una persona necesitada de ayuda psicológica porque no parece natural la conducta que ha tenido ante un hecho tan lamentable y de tan trascendentes consecuencias.

Pero el motivo de esta entrada no quiere insistir más en ese aspecto que sobradamente mostró cómo es, cómo siente y cómo piensa ante los severísimos jueces (mejor, juezas) que con tanta furia y con tan malos modos emitieron su definitiva y envenenada sentencia. Aquello parecía un verdadero auto de fe ante un público que aplaudía a las dos furias que con saña inusitada asediaban a la acusada que aguantaba el tipo como podía entre la impotencia y el descaro.

Ni el tono, ni la actitud, ni la vehemencia, ni la rabia, ni la impertinencia de alguna las preguntas de la señora Rahola estaban en consonancia con lo que debe ser un interrogatorio o acusación, sea quien sea el encausado. Sobraba desmesura y faltaba la templaza y el acierto del director del programa. En el juicio sumarísimo le servía de acólito otra ilustre jueza, doña María Antonia Iglesias, que soltaba su bilis algo más moderada en las formas, pero con no menos mezquindad y maldad en la intención de sus preguntas. Se diría que se cebaba en el acorralamiento que estaba sintiendo la encausada, absolutamente sola en su ceguedad real o fingida.

Volveré a mis viejos hábitos de no ver la tele. Si esto es ‘periodismo’, los patios de vecinas son aulas magnas de ponderados discursos.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Yo también vi un rato,no mucho porque me estomagaron, el programa.
Y tengo que decir que, durante el tiempo en que estuve viéndolo, salvo Pepe Calabuig ningún contertulio estuvo a la altura de las circunstancias.
Y estoy totalmente de acuerdo contigo en tus opiniones sobre la invitada y las dos "juezas", como tú las llamas, que a mí más me parecieron un par de pseudo pitbulls apretando sus afilados colmillos sobre el cuello de su presa.
Anónimo ha dicho que…
No sé de que os extrañáis:

La Noria da vueltas y vueltas sin llegar a ninguna parte y mirarla fijamente puede causar malestar y mareo.
Anónimo ha dicho que…
Yo no lo vi. Pero he leído mucho sobre ello.

Náufrago, tienes toda la razón del mundo.

Besos.

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