Los ‘brotes verdes’ y los frutos maduros

AGUINALDO INESPERADO

En este mundo bastante osco y desabrido, donde cuesta más encontrarse con una sonrisa que un gesto serio, cuando no definitivamente antipático, uno está más preparado para un desaire que para una palmadita cariñosa en la espalda. Tampoco vamos a pedirle que nos muestre su cara más amable, según andan las cosas. Menos mal que el eterno ‘Optimista’ nos muestra ya por enésima vez, después de los ‘brotes verdes’, ‘la inminente recuperación sostenible’, la ‘modernización’ y el empleo ‘intenso’. Y es que la nueva Gramática de la Lengua española florecen los adjetivos, verdean los oximorones, hacen piruetas las subordinadas relativas y cacarean las condicionales.

Sea como sea, hay que reconocer que algo bueno nos espera. ¡Hijos de p…oca fe! Sin ir más lejos, ayer, el Náufrago se encontró con esta primavera de progreso y abundancia. Que la crisis, no es tal, sino un oscuro y olvidado pasado, lo pudo ver son sus ojos, palpar con sus propias manos, este señor de la palmera y el cocotero. Acercose, a eso del atardecer, a una Estación de Servicio, vulgo, gasolinera, para repostar. Le atendió un sufrido empleado de mono azul y franjas reflectantes, le preguntó cuánto carburante necesitaba, introdujo la manga en su depósito -del coche - recogió su tarjeta, se la devolvió, y cuando el Náufrago se preparaba ya para entrar en su vehículo, acudió de nuevo el empleado. Mirole, extrañado, el conductor, al ver que le ofrecía un rollo de papel de cuyo centro asomaba una punta roja.

- “Tome, esto es para usted”, le dijo el señor del mono azul, al tiempo que le ponía el envoltorio en las manos.

El Náufrago lo cogió y sintió que algo compacto había dentro de aquel rollo de papel de donde asomaba algo rojo. Lo desenvolvió y, para sorpresa suya, vio que eran dos calendarios y una botella de Rioja. No daba crédito a lo que veía y tocaba. Miró todavía algo incrédulo al empleado, y le dio un “muchas gracias”, sin haberse todavía recuperado de su incredulidad. Se subió al coche y poco a poco fue digiriendo aquella generosa realidad. Se congració con este mundo. No podía creer que estaba en este planeta, en este país, a las ocho de la noche, con dos calendarios de 2010 y una botella de Rioja en la mano.

Fue entonces cuando creyó, no en Dios que quizá no le guste el vino; en quien creyó fue en Zapatero. Verificó que ya no hay crisis ninguna, que los brotes verdes han dado ya sus frutos, que la ‘recuperación’ no es sólo ‘inminente’, sino fehaciente.

Demos las gracias desde aquí y hagamos propaganda de la Empresa que tiene este detalle, se llama FAGRA. ¡Felices Fiestas, doña FAGRA! (Y es que el Náufrago es muy agradecido, cualquier regalo inesperado le emociona)

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