La ‘Nouvelle Cuisine” o…
LAS PERPLEJIDADES DE UN NÁUFRAGO
Antes de adentrarnos en esta entrada, tautologías aparte, debemos dejar claro a los ‘entrantes’ que el Náufrago no es ningún ‘gourmet’. Ayer, junto a otros amigos y compañeros fue invitado a una comida de amistad. El lugar escogido, un Hotel-Escuela donde se forman los futuros Arzak, Adriá, Berasategui y algún Santamaría que otro, que al parecer tienen ‘un divorcio conceptual y ético sobre lo que se pone en un plato’.
Las perplejidades, delante de aquel largo mantel de casi cuarenta comensales, no eran de tipo ‘ético-conceptual’, sino fruto de su supina ignorancia y cierta incredulidad sobre eso que llaman ‘Nouvelle cuisine’ que, como ven, tienen conflictos éticos, creatividades aparte. Su perplejidad surgió cuando la cohorte de camareras y camareros de blusas y camisas blancas, pantalones negros y mandiles del mismo color, ceñidos a la cintura cubriendo sus pantalones o faldas hasta los pies, entraron en el salón. Portaban en sus manos sendas bandejitas alargadas que fueron depositando delante de cada uno de los comensales y comensalas. Lo de ‘comensales’ era toda una realidad, como verán a continuación.
En las susodichas bandejitas yacían expectantes, en un vasito pequeño, unos trocitos de pan de molde tallados en forma de barritas. Al otro extremo, esperaba otro vasito similar conteniendo aceite de oliva. Entre ambos unos minúsculos montoncitos de cristalitos de diferentes colores. Tres en concreto. El Náufrago, ignorante gourmet como hemos dicho, miraba aquella tira con la consiguiente perplejidad, preguntándose cómo y en qué orden debía tocar aquellas teclas culinarias. Notó también cierta sorpresa en algunos de sus co-comensales y para salir de dudas preguntó a una de las camareras por el ‘mode d’emploi’ de aquel aperitivo. Amablemente le explicó en qué consistía el ‘juego’. Se trataba de sumergir aquellas ‘tititas’ de pan moldeado en el aceite e ir degustando la mezcla probando en cada uno de los montoncitos, que según le explicó se trataba de distintas sales provenientes de la India, la Bretaña y sitios aún más lejanos.
Aclarado el embrollo ‘nouveaucuisinier’ no se atrevió a inquirir sobre la siguiente duda que asaltó su mente. No había ningún nutriólogo, endocrino o experto en materia nutritiva que le explicara las razones y beneficios de aquel introito culinario.
Podía el Náufrago seguir contando otros detalles y sorpresas de esta inmersión ‘nuevacocinaria’ pero sería demasiado complejo y alargaría demasiado esta comida recién comenzada. Así que, buen provecho a todos.
Antes de adentrarnos en esta entrada, tautologías aparte, debemos dejar claro a los ‘entrantes’ que el Náufrago no es ningún ‘gourmet’. Ayer, junto a otros amigos y compañeros fue invitado a una comida de amistad. El lugar escogido, un Hotel-Escuela donde se forman los futuros Arzak, Adriá, Berasategui y algún Santamaría que otro, que al parecer tienen ‘un divorcio conceptual y ético sobre lo que se pone en un plato’.
Las perplejidades, delante de aquel largo mantel de casi cuarenta comensales, no eran de tipo ‘ético-conceptual’, sino fruto de su supina ignorancia y cierta incredulidad sobre eso que llaman ‘Nouvelle cuisine’ que, como ven, tienen conflictos éticos, creatividades aparte. Su perplejidad surgió cuando la cohorte de camareras y camareros de blusas y camisas blancas, pantalones negros y mandiles del mismo color, ceñidos a la cintura cubriendo sus pantalones o faldas hasta los pies, entraron en el salón. Portaban en sus manos sendas bandejitas alargadas que fueron depositando delante de cada uno de los comensales y comensalas. Lo de ‘comensales’ era toda una realidad, como verán a continuación.
En las susodichas bandejitas yacían expectantes, en un vasito pequeño, unos trocitos de pan de molde tallados en forma de barritas. Al otro extremo, esperaba otro vasito similar conteniendo aceite de oliva. Entre ambos unos minúsculos montoncitos de cristalitos de diferentes colores. Tres en concreto. El Náufrago, ignorante gourmet como hemos dicho, miraba aquella tira con la consiguiente perplejidad, preguntándose cómo y en qué orden debía tocar aquellas teclas culinarias. Notó también cierta sorpresa en algunos de sus co-comensales y para salir de dudas preguntó a una de las camareras por el ‘mode d’emploi’ de aquel aperitivo. Amablemente le explicó en qué consistía el ‘juego’. Se trataba de sumergir aquellas ‘tititas’ de pan moldeado en el aceite e ir degustando la mezcla probando en cada uno de los montoncitos, que según le explicó se trataba de distintas sales provenientes de la India, la Bretaña y sitios aún más lejanos.
Aclarado el embrollo ‘nouveaucuisinier’ no se atrevió a inquirir sobre la siguiente duda que asaltó su mente. No había ningún nutriólogo, endocrino o experto en materia nutritiva que le explicara las razones y beneficios de aquel introito culinario.
Podía el Náufrago seguir contando otros detalles y sorpresas de esta inmersión ‘nuevacocinaria’ pero sería demasiado complejo y alargaría demasiado esta comida recién comenzada. Así que, buen provecho a todos.
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En fin...