Existe otra vida

Pues además de estos acontecimientos que tratan de inundar nuestras vidas, existen otras experiencias que nos ayudan a vivir lo que realmente nos interesa. Poder alejarte simplemente del centro y subir hasta cerca del faro y dar una vuelta a la península de Mataleñas y observar cómo un jubilado con su amor y su paciencia ha creado un jardín al borde del acantilado que cuida con mimo, aunque haya miserables que le roben las rosas o le corten las plantas. Y si sigues subiendo, bordeando la costa, puedes ver la ciudad envuelta en la bruma y perder tu mirada en el mar o verlo a través de la ventana de una antigua barbacana en un encuadre insólito.


Y desde arriba, contemplar el costado salvaje del acantilado cubierto de helechos, zarzas, tamarindos y plantas. Y allá abajo, la playa aún desierta donde vienen las olas a rezar su continua plegaria. Gente que pasea, gente que juega al golf en el campo cercano, algunos pescadores que lanzan la caña de la paciencia y la esperanza. Y los jóvenes del Taller Municipal que cuidan del parque, y el abuelo que pasea a su nieto, y los que corren sudorosos, y los que se sientan en un banco a leer el periódico.Los que reparten el butano, los que asfaltan la calle, los que dan masaje a hombros averiados, los que tocan el acordeón en la calle, la cajera del supermercado, los que piden limosna en el rincón de un parking...

Existe otra vida, a nada que nos olvidemos del ruido que quiere ensordecernos

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